Quien sea que pueda asegurar que
toda promesa que hizo la cumplió, nunca se la jugó, y a mi entender pierde un poco de mi confianza.
Porque las promesas son reflejos de un momento, de una convicción, y es lo más
natural para nuestras convicciones ir plegándose todo el tiempo, tomando nuevas
formas. Así es como al final terminamos llevando con nosotros un origami y no
nos queda otra que cuidar que no se nos vaya volando con el viento, sino después
nos acusan de volados a nosotros.
Fue asi como a mi figurita de papel
un viernes a la mañana tuve que
perseguirla hasta la estación de subte de Annibaliano en Roma, hacían muy pocas
horas que había llegado a la ciudad y como era mi primera visita no podía evitar
sentirme fuera de clima, observaba con un detenimiento casi morboso a todas las
grullas, barquitos y flores que estaban frenéticos por subirse a la primera
formación de trenes que llegase. Los muñecos, por supuesto, me devolvían la
cortesía, algunos con la misma curiosidad que yo implícitamente les proyectaba,
otros con algún alarido me invitaban
bruscamente a que me moviese y los dejase pasar a la escalera mecánica (dicho
sea de paso, los argentinos tenemos la arguible costumbre de bloquear las
escaleras mecánicas, y aunque mantengo múltiples teorías relacionadas con la
buena salud de esta práctica, prefiero dejarlas para una próxima oportunidad.)
Una vez que pude ingresar a uno de
los vagones, abusando del reducido espacio que podía utilizar, saque un librito
y empecé a apuntar los hitos que iban a formar parte de mi tour ese día, aunque
por encima de las páginas me resultaba irrefrenablemente tentador continuar el
análisis sobre los actuantes del paisaje: mujer yendo a la oficina, turista
chino, turista chino, turista chino, Lucía Dordoni, turista chino… ¿Lucía
Dordoni?, empecé a sentir que se me arrugaban las esquinas.
Lo más usual cuando uno encuentra
una persona fuera del entorno que le atribuimos es cuestionarse la identidad de
la figura a la que le otorgamos, en este caso, toda la personalidad de Lucía
Dordoni. Tras haber esclarecido esta duda, poco disimuladamente busco mi
celular con el fin de recavar toda la información sobre ella y su presunta
estadía en la capital italiana, no solo reconfirmo que no se trataba de una
ilusión óptica y que tenía frente a mi a la elegida como la más linda de quinto
año del colegio Héroes de Malvinas en el año 2007, la misma que había
desplazado a Caro Tagliapietra a pesar de que su condición de repetidora la hiciera
meritoria de ese título en las dos ediciones anteriores, también me había
enviado un mensaje preguntándome donde me alojaba.
Reconozco que es normal en todos los
turistas sentirnos un poco más liberados en tierras foráneas, es por esto que
muchos utilizan sus viajes para motivos tan diversos como creerse Marco Polo,
realizar bizarras proezas sexuales o intentar camuflarse entre los locales,
después de todo no fue menos que San Agustín quien sugirió que en el curso por
Roma debe hacerse lo que los romanos hacen. Así fue que a pesar de llevar años
sin hablar con ella sacudí mi mano realizando un ademán de saludo y con una voz
enérgica y amigable dije: “-¿¡Luchi, sos vos!?”.
Lucía me miró por encima de sus
lentes, a los pocos segundos una sonrisa cortés se dibujó en su rostro. Siempre
me pregunté si ella se había enterado de que el resultado de aquel concurso de belleza en el secundario no
había sido más que un mero artificio mío, en ese tiempo yo estaba desesperado
por cortejarla de la forma que fuese, así que durante el recuento cambié todos
los papelitos de la urna para que la mayoría llevasen escrito su nombre,
dejando los verdaderos doblados al fondo. Confieso que jamás revisé quien fue
la verdadera ganadora, ya me encontraba bastante ofuscado al notar que mis
esfuerzos no sirvieron para nada más que valerme toda una nueva nómina de
competidores en busca de la atención de ella, definitivamente nada bueno sucede
cuando uno tuerce los papeles de otro.
Charlamos durante varias estaciones,
sobre las aerolíneas, Gualeguaychú, los europeos, bandas de rock y otros temas
que no merecen ser detallados. Hasta que llegando a Piramide me contó que había
venido a Roma a probar suerte como actriz, al parecer en Buenos Aires no tenía
mucho éxito debido a que allá buscaban a las candidatas más “muñequitas”, tal
como ella las definió, “- Las hacen dar vueltas de todos lados, pero no lo
resisten, son frágiles.”, añadió, luego manifestó después de un suspiro
prolongado “- Era todo más fácil cuando éramos chicos,¿sabés?, hasta mirá…nunca
te lo dije, pero de chica me gustabas, de verdad, el tema es que después de
quinto año de repente todos los chicos me empezaron a tratar como una diosa, y
bueno, ahora me toca ser una diva italiana, cosa
pensi?”
Ya que estaba tan lejos de mi ciudad
pensé en dejarme llevar por esa pasión del turista y animarme, jugármela,
confesarle mi verdad aprovechando esta atmósfera sincera: “-La verdad es que
hoy es un día de casualidades, si es que existen, yo también sentía montones de
cosas por vos, ¡montones!, tanto que en aquel bendito día de la primavera,
aquel en el que la Tagliapietra
se puso a llorar porque perdió, antes de que empiece el recuento puse en la
urna boletas con tu nombre para que salgas vos, ¿no es sorprendente que vos
también lo recuerdes?”
Lucía me miró con los ojos más
redondos que haya visto en mi vida, ninguna de sus facciones parecía tener
movilidad en esa expresión, parecía una hoja en blanco, o quizá algo más rígido,
algo que no pudiese fruncirse o ablandarse. Sacó una tijera de su bolso con
hojas tan largas que hasta parecían tener mayor diámetro que la cartera donde
las llevaba, las apunto hacia su vientre
y a pesar del viento que hacía que su
cuerpo corriera el riesgo de volarse por las ventanillas procedió a ejecutarse
cortes desparejos sobre su superficie, uno detrás del otro formando figuras asimétricas
que caían sobre el suelo desperdigadas, en su rostro acompañada por una mueca de dolor mantenía su vista fija
hacia mi hasta que la puerta se abrió en la última estación llevándose todos
sus recortes .